Textos sobre Amalia de la Vega en las contracarátulas de sus discos

 

En A mi rancho I Ayestarán sobre Amalia I En Amalia de la Vega (FP 33-087) I En Amalia de la Vega (PLP 5029) I En Mate amargo I En Amalia la nuestra I En Mientras fui dichosa I En Manos asperas

 

Un poco de campo y un poco de cielo; tierra nuestra de mate y fogón, de lomas y sembradíos, de tradición y estrella, sencillez que se alarga en los cinco infinitos caminos paralelos de la guitarra. Hombres y mujeres que transpiran su amor al terruño, inclinados sobre el surco, alegría de la cosecha y las espigas doradas… conversación quieta que va y viene en el descanso del mediodía, cuando el sol quema su fuego de verano. Tardecita triste con cielo de plomo y una fila de nubes negras, recortando su silueta en la lejanía; grillo del bañado, lunita serena que alumbra el montecito, arroyo que baja cantando del pedregal su nostalgia del río. Todo esto es lo que recoge el folklore, y folklore es sinónimo de Amalia de la Vega. La admiran los paisanos que la sienten su igual cuando antes del retiro, se une al milagro del disco ese otro milagro que está en su voz cantarina y sedante; la admira la gente de la ciudad, que no sabe cierto pero la siente nuestra y auténtica… la admiran los niños y las personas maduras, hombres y mujeres. Es el anular de fronteras que da el arte y solo el arte puro, el que no tiene limitaciones y se recoge en las mismas fuentes para después transformarse en emoción y mensaje: es, en una palabra, la tierra misma que canta en la voz de Amalia de la Vega!

Sin dato de autor/a, en contracarátula del disco A mi rancho. Sondor SLP-041, 1957.

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Entre los que proyectan el hecho folklórico al terreno artístico – que a falta de otro adjetivo más exacto hoy se acostumbra a llamar “folkloristas” – la figura de Amalia de la Vega se recorta en el Río de la Plata con perfiles propios. En esta cantante se unen armónicamente un bello metal de voz, la más sólida afinación y la dicción más clara para recrear las tradicionales melodías en el más adecuado estilo.
Lauro Ayestarán [Firma manuscrita]

Lauro Ayestarán, en contracarátula de los discos A mi rancho. Sondor SLP-041, 1957 y El lazo de canciones. Sondor 33016, 1958.

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La grande en un chico

La folklorista más extraordinaria de Uruguay, Amalia de la Vega, con proyecciones a todo el continente, la gran Amalia de la Vega, aparece en un “chico” de Antar, reuniendo cuatro hermosas expresiones del cancionero latinoamericano, y particularmente el uruguayo. Para ello, cuenta con el marco propicio y grato de Mario Núñez y su conjunto de guitarras, siempre feliz. Y el resultado de esa combinación de cualidades tiene un solo destino posible: la inclusión de esta placa en todo aquello que pretenda denominarse una buena discoteca.
Otro impacto de “Antar”, la editorial uruguaya de impulsos jóvenes, respaldo cierto para los autores e intérpretes que dan todo de sí para llevar hacia adelante en forma definitiva el movimiento folklórico.

Sin dato de autor/a. En contracarátula del disco: Amalia de la Vega. Antar FP 33-087, 1958 o 1959.

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Por conocida, por poseer cualidades que la han llevado a situarse entre las mejores exponentes del cancionero de América, Amalia de la Vega es del grupo de artistas que no necesitan adjetivos exagerados o slogans publicitarios para imponerse. Su personalidad, manifestada en el gusto para seleccionar e interpretar su repertorio, alcanza por sí sola para perdurar su nombre.
Nacida en el departamento de Cerro Largo, pertenece a Uruguay todo. El país que tiene la capital más austral del globo terráqueo, se congratula de contarlo como fruto de su gallardo árbol.
Amalia canta, porque necesita hacerlo. Portadora del mensaje grato que encierra cada uno de los motivos de América, gusta de dejarlos al descubierto para que todos puedan adentrarse en ellos, tal cual el colibrí lo hace en las flores.
Amalia canta. Y lo hace para todos aquellos que saben identificarse con lo mismo que ella.
Y Amalia es, ni más ni menos, que un ser como cualesquiera de nosotros, con la única diferencia de una voz que muy difícilmente será igualada alguna vez.

Sin dato de autor/a, en contracarátula del disco Amalia de la Vega. Antar PLP 5029, ¿1959?

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Los títulos de mayor resonancia de una seleccionada nómina de autores contemporáneos, determinó la feliz realidad de una nueva placa long play de Amalia de la Vega, la primera voz femenina de Uruguay para las expresiones de proyección folklórica.
Títulos e interpretación de Amalia, se encuentran magníficamente armonizados por la actuación que le cupo en esta oportunidad al grupo de guitarras que dirige el uruguayo Mario Núñez, a quien cupo también en algunas de las bandas de la serie, su actuación como único acompañante.
El particular metal de voz de la cantante – único y atractivo – otorga a esta selección la importancia propia de todo aquello que encierra exclusividades. Timbre perfecto, melodía excelentemente definida en cada tema, ubicación acorde de la realización con el mensaje del motivo interpretativo, manifiestan las características prominentes del grupo de virtudes que se une en el nombre de Amalia de la Vega.
Desde el “Mate amargo” de Tabaré Regules que la propia intérprete musicalizara, hasta el “Pobre gallo bataraz” de Gardel-Razzano, pasando por Aníbal Sampayo, Sergio Villar, Gustavo Leguizamón, Margot Loyola, Alfredo Pelaia, Víctor Abel Giménez y el laureado Osiris Rodríguez Castillos, se verifica un concierto de armonía pocas veces comprobado. La placa aparece como un todo, en función de sí mismo. Y la expresión del título no es exagerada, cuando decimos que “Grandes de la Canción Americana” son interpretados por “La Primera voz del Uruguay”. Repasar la nómina de autores, verificar títulos, escuchar los registros contenidos en esta placa formidable, bastarán para confirmarlo aunque, como hecho, Ud. ya lo está intuyendo.

Luis Américo Rodríguez Roque. En contracarátula del disco Mate amargo, Antar PLP 5042, 1963 o 1964.

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Cantar…cantar…cantar…, dice Juana de América en su poema “Cantar del agua del río”.
Amalia, luego de largo silencio vuelve a regalarnos su canto en este nuevo LP, con la generosa calidez de su voz y su personalísimo estilo.
Quienes seguimos paso a paso la brillante trayectoria de Amalia de la Vega, aplaudimos sin reservas este feliz encuentro con una de las voces privilegiadas del cantar uruguayo.
Amalia la nuestra, nos regala aquí los más ricos matices de su exquisito arte. Al planificar este nuevo LP, se ha procurado aportar a cada composición, el marco acompañante que mejor conformara un todo armónico. Es así que varios temas llevan el acompañamiento del guitarrista Nelson Olivera. Otros cuatro cuentan con acompañamiento orquestal, el que fue confiado al maestro Federico García Vigil, en su doble función de arreglador y director de brillantes recursos. Otra de las versiones es acompañada por arpa y piano.
La voz de Amalia, rica en armónicos, empasta de manera perfecta con las cuerdas, logrando un estupendo efecto.
No cabe duda sobre la exitosa acogida que espera a este nuevo LP de Amalia, no solo por parte de su legión de admiradores, y por aquellos que recién ahora descubren su arte, sino también por los autores uruguayos, quienes hemos ocupado siempre en su repertorio, lugar de preferencia.
Por todo lo expresado, nos congratulamos en reiterar ¡Bienvenida… Amalia La Nuestra!

Walter Alfaro, en contracarátula del disco Amalia la nuestra. Orfeo SULP 90589, 1975.

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Hace ya varios años que el nombre de AMALIA DE LA VEGA representa el de una gran intérprete de “lo nuestro”; es decir, aquello que Alfonso Broqua definía como producto de la integración espiritual de la música europea (especialmente, la española) y la americana autóctona. Y en efecto: Amalia de la Vega es fiel intérprete de esto. Pero con ser mucho, no lo es todo. Conocer el folklore, consustanciarse con lo más sutil del alma de un pueblo y deslindar las formas por éste creadas, suele ser sin duda útil punto de partida para recorrer otros y más anchos caminos. Y son precisamente estos – los más anchos y claros – lo que esta gran cantante ha transitado con gallardía, belleza y honradez artística; mas sin perder jamás de vista aquel tramo inicial.
Para cumplir ese tránsito, tan seguro, tan reposado y tan libre de exhibicionismos como de falsas posturas, Amalia cuenta con tres firmes puntos de apoyo: su dimensión moral y humana que le auto impone autenticidad; su formación técnico-musical y su voz: esa voz espléndida, de inusual extensión y rara homogeneidad de timbre, que la habilita para expresarse en registros graves pocas veces accesibles a las cuerdas femeninas, tanto como en las ya claras regiones de una contralto. El metal de esa voz privilegiada -diríamos única en el Uruguay – conoce una tersura y expresividad que se adaptan cómodamente a lo que podríamos llamar “espíritu criollo”, sin incidir en arriesgados de mero color. La sosegada vida de nuestro paisano tiene, en ella, su más cabal expresión sonora.
Como compositora, Amalia de la Vega añade una nueva dimensión a su ya vasto quehacer artístico. Ella crea y es eficiente intérprete de lo que ha creado, tanto sobre textos poéticos propios como ajenos.
Y en todos los casos, muestra, como rasgo saliente, ese rasgo de serena humildad que no es síntoma de pobreza, sino de un perfecto equilibrio emocional que siempre “nos convence” e ilumina.
Creación e interpretación: he aquí dos aspectos complementarios de esta artista que ha sabido bucear en el documento folklórico, auscultar amorosamente a su pueblo y tomar todo ello como base para otras creaciones donde viven pueblo y folklore; pero ya en formas más evolucionadas y libres, y por lo tanto, capaces de un más alto vuelo.

Roberto Lagarmilla, en contracarátula del disco Mientras fui dichosa. Orfeo SULP 90.604, 1976.

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Manos ásperas el nuevo LP de Amalia de la Vega luce en su carátula la obra del escultor José Belloni que motivara el homenaje de su amigo al escritor Emilio Carlos Tacconi al crear los sentidos versos sobre el guasquero, trenzador de tientos y recuerdos… El título lo toma del famoso soneto “Manos ásperas” que naciera de la pluma de E. C. Tacconi un día del año de 1928, por lo que en este 1978 cumple medio siglo. W. Alfaro lo musicalizó para Amalia de la Vega. Hablar de esta intérprete es tarea fácil pues solo es necesario repetir los elogios que ha cosechado con justicia a lo largo de su brillante trayectoria.
Por lo antedicho, con la aparición de este nuevo LP nos vemos impulsados a conceptos ya vertidos, a la vez de enfatizar sobre nuevos logros como intérprete y compositora, que valoran aún más su personalidad. Intérprete sagaz de diáfana dicción, se adapta a distintos estilos dando a cada canción el clima que los versos y música exigen. Así desde el cantar criollo de sencillo encanto como en “Te dijo el viento” hasta aquellas que exigen un énfasis dramático como “Manos ásperas” o romántico e íntimo como “Canción de nostalgia”, que por su melodía y sus versos da lugar a un fraseo que Amalia domina admirablemente conformando un raro contraste entre un acompañamiento subdividido y matizado de síncopas y una línea melódica ligada y romántica. Al comenzar “Canción de nostalgia” cabe y con justicia agregar un cálido elogio para su arreglador, el maestro Federico García Vigil, pues logra a través de las voces de siete cellos una base musical muy rica y expresiva, posibilitando así el lucimiento de un artista de la valía de Víctor Addagio, el que en sucesivas grabaciones fue acompañando las siete voces del arreglo con una justeza y equilibrio sonoro admirables.

Sin dato de autor/a, en contracarátula de Amalia de la Vega: Manos ásperas. Orfeo SULP 90589, 1978.

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